· Los filósofos
distinguen las “causas próximas o
inmediatas” de un hecho y las “causas
lejanas” u “originarias”. Por su
lado, para los seguidores de la medicina alternativa, la medicina ortodoxa sólo
trata los síntomas de las enfermedades, pero no las causas del mal; esto hace
que las enfermedades se conviertan en crónicas y, con ello, la industria
farmacéutica (farmafia, la llaman algunos) tiene aseguradas sus pingües ganancias.
· En España,
desde que se reconoció oficialmente la existencia de la gravísima crisis
económica que estamos sufriendo, los economistas, la casta política y los voceros
de ésta —los llamados todólogos— se
han dedicado a repetir el mantra de que la causa de todos nuestros males
actuales está en la “burbuja inmobiliaria”,
coadyuvada por la “burbuja financiera”
(o viceversa, tanto monta, monta tanto). Según algunos, éstas empezaron a
enraizar y a tomar forma en los prometedores años 90 (Barcelona ’92 y Expo de
Sevilla). Ahora bien, este punto de vista pone el acento en las causas próximas
o en los síntomas de la crisis, que son las ramas que nos impiden ver el bosque
de las causas originarias y primeras de la misma.
· Hoy, España
está cubierta por un cielo “emburbujado”,
que sigue provocando una destrucción sistemática y progresiva de nuestro Estado
del Bienestar. Ahora bien, la madre de todas las burbujas no es ni la
inmobiliaria, ni la financiera, ni la conjunción de las dos, ni la..., ni la…
La madre de todas las burbujas y de la crisis hay que buscarla en otro sitio:
en la casta política (burbuja política);
y, como diría Santiago Segura, en el
“brazo tonto de la ley”, el poder
judicial (burbuja judicial), que es
ya el primer problema para los ciudadanos españoles, según el último informe
del CIS y una encuesta de Metroscopia (El País, 24 de junio de 2012).
Centrémonos hoy en la “burbuja política”
y dejemos, para mejor ocasión, el
análisis de las otras.
· Hoy, en la
vida política de España, es una realidad tangible que no existe separación de
poderes, principio tan del gusto de Montesquieu,
cuya muerte vaticinó certeramente Alfonso
Guerra en los 80. Ahora bien, sin esta separación, la calidad, la salud y
la higiene democráticas dejan mucho que desear o brillan simplemente por su
ausencia. Por eso, como ha escrito, atinadamente y por casualidad, la “todóloga” de servicio, Pilar Rahola, “España es una democracia […] intervenida, […] un paraíso de arribistas”.
Y, en este “paraíso de arribistas”, los miembros de la casta
política se han ido multiplicando como los conejos, hinchando cada vez más la
burbuja política; se han aposentado, como lapas y sanguijuelas, en las
instituciones y en los poderes del Estado; los han colonizado; y están haciendo y deshaciendo a su antojo,
pensando sólo en ellos y en las próximas elecciones y no, como debería ser, en
el bien común y en las próximas generaciones, como diría Winston Churchill.
· En efecto, desde
hace algunas semanas, se ha desvelado, en la prensa digital no apesebrada, el
contenido de un informe confidencial, que nadie ha desmentido, realizado por la Presidencia del
Gobierno de España. Se trata de un informe relativo al número de políticos con
sueldo, que pagamos todos los ciudadanos de bien. Son, nada más y nada menos,
445.468 individuos, situados en todos los organismos, estamentos y niveles de
la administración: 300.000 políticos más que Alemania y el doble que Francia e
Italia; y representan muchos más que la suma de los médicos (166.000), de los
policías (150.000) y de los bomberos 20.000), que se ocupan de lo que realmente
nos importa: nuestra salud y nuestra seguridad. Y el coste no es, como suele
decir la fauna de los “todólogos”, el
chocolate del loro; representa, tirando a la baja, unos 13.500 millones de €
anuales, que equivale al recorte que nos han impuesto a los asalariados o a la
mitad de los intereses que debemos pagar por la deuda o a la subida de
impuestos varios, copagos y otras medidas anticrisis.
· Siendo alarmantes estos datos, lo más grave son las
consecuencias de los actos y comportamientos de los miembros de esta burbuja
política que, como escribió la “todóloga”
de cabecera, Pilar Rahora, “procede del todo a cien de los partidos”:
despilfarro, uso discrecional y apropiación descarada de recursos públicos;
corrupción; hipertrofia de las administraciones públicas, para colocar a amigos
y afines, que no se deben confundir con los funcionarios; politización del
funcionariado; control político del T. de Cuentas, del Banco de España, del
Poder Judicial, del Tribunal
Constitucional, del INE, del INEM, etc.; mangoneo en las Cajas de Ahorro; desequilibrio
en las cuentas públicas y endeudamiento desbocado; hipertrofia legislativa y el
correlato de la ruptura de la unidad de mercado, de la unidad sanitaria, de la
unidad lingüística, de la unidad educativa, etc. Y todo esto ha conducido a la
ingobernabilidad de España y a la inviabilidad del Estado
de las Autonomías.
· Ante todo esto, parece lógico y razonable que los
ciudadanos españoles estemos hasta el gorro de la casta política de todo el
arco parlamentario —desde el PP al PSOE, pasando IU, UPyD y los diversos
partidos nacionalistas— y que consideremos que no está a la altura de las
circunstancias. Por eso, la casta política, progenitora de la “burbuja
política” y, a través de ésta, de todas las demás burbujas (la inmobiliaria, la
financiera, la judicial, la autonómica, la sindical,…), debería tener memoria
histórica. Con su hacer está incubando un populismo irracional y visceral, que
puede traer como regalo, de nuevo, a algún salvapatrias. No estaría de más que meditase sobre el
siguiente pasaje del manifiesto que, el 12 de septiembre de 1923, hizo público Primo de Ribera: “Ha llegado para nosotros el momento, […], de atender el clamoroso
requerimiento de cuantos, amando a la
Patria , no ven para ella otra solución que libertarla de los
profesionales de la política” (la casta política). Es todo un aviso para
navegantes. Y sería muy positivo que los ciudadanos pincháramos, de una vez por
todas, la
“burbuja política” y obligáramos a la casta política, que “no nos representa” a hacerse el harakiri.
Como dejó escrito el premio Nobel de literatura, José Saramago, no sospechoso de ser de derechas, los políticos no
son parte de la solución sino parte del problema: “sin política no se puede
organizar una sociedad. El problema es que la sociedad está en manos de los
políticos” (de rancio abolengo o de nuevo cuño).
©
Manuel I. Cabezas González
honrad.blogspot.com
25 de junio de 2012
Publicado en La Voz de Barcelona.com
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