El Frente Nacional invita a los suyos a abstenerse en la segunda vuelta
Sarkozy y Hollande empiezan a lanzar guiños a los votantes de extrema derecha
Carteles de Jean-Luc Melenchon y Marine Le Pen. / P. HERTZOG (AFP)
Marine Le Pen tiene la llave del segundo turno de las presidenciales en Francia pero no está dispuesta a entregársela ni a François Hollande, el gran favorito, ni a Nicolas Sarkozy. La líder del xenófobo Frente Nacional sueña con las legislativas del 10 y el 17 de junio como el momento de hacer “explotar el sistema”, batiendo en las urnas a una UMP balcanizada por la probable derrota del partido del presidente saliente, para convertirse así en la jefa de la oposición a Hollande. Tras sacar el domingo su mejor resultado de la historia en una primera vuelta con el 17,9% de los votos, el vicepresidente de FN, Louis Aliot, portavoz y compañero de Le Pen, ha afirmado hoy que es “muy improbable” que den una consigna de voto a sus electores para la segunda vuelta porque, ha dicho, “ni Hollande ni Sarkozy defienden nuestras ideas”.
Marine Le Pen hará su “análisis del escrutinio” el 1 de mayo durante una intervención en el homenaje a Juana de Arco que se celebrará en la plaza de la Ópera de París. Pero la idea del Frente Nacional es que “el próximo presidente de la República tendrá muy poco poder para gobernar”, y necesitará “una nueva mayoría” en la Asamblea Nacional que salga de los comicios de junio, ha dicho Aliot.
Novio de Le Pen y vicepresidente de FN, Aliot ha excluido además la posibilidad de llegar a “acuerdos bilaterales” con el partido de Sarkozy, y ha insistido en que su formación aspira a que tras las legislativas “haya una mayoría basada en nuestro programa”.
Mientras tanto, Nicolas Sarkozy ha comenzado el cortejo a los votantes de Le Pen esta misma mañana, cuando ha afirmado: “He escuchado el voto de sufrimiento”. El presidente, castigado en las urnas de manera inapelable, ha visto cómo Hollande le arrebataba 35 provincias respecto a 2007, además de París.
También los socialistas han lanzado sus primeros guiños a los electores del Frente Nacional. Pierre Moscovici, la mano derecha de François Hollande, ha recordado hoy que en materia de inmigración los socialistas tendrán una postura muy abierta hacia la inmigración legal, pero serán inflexibles con las redes de inmigración ilegal y con el trabajo negro.
Los buenos resultados de Hollande suponen un alivio para la deprimida izquierda europea, que pareció empezar a salir de un pozo muy profundo. Alejados del Elíseo desde 1995, los socialistas emergen de la primera vuelta en una posición de clara ventaja para poder regresar 17 años después.
Con el 100% del voto escrutado, y una participación del 79,5%, el candidato socialista obtuvo el 28,63% de los votos, y se jugará en dos semanas la segunda vuelta contra un Nicolas Sarkozy que paga en las urnas su desgaste personal y político. El líder conservador llegó segundo, con el 27,18%, cuatro puntos menos de los que logró hace cinco años, y se anota un récord negativo: es el primer presidente saliente en 54 años que no gana el primer turno en su camino hacia la reelección.
Para salir reelegido, Sarkozy deberá conquistar a los votantes de Le Pen, que emerge de las urnas como segunda ganadora de los comicios y en su debut en unas presidenciales sitúa al Frente Nacional en su mejor resultado de siempre, con un 17,9% de los votos.
La tarea no se da por descontada, porque solo un 45% de los electores de Le Pen afirman que piensan apoyar en el desempate a Sarkozy. Las últimas encuestas para el segundo turno del 6 de mayo, realizadas anoche, predicen una derrota del presidente por una distancia de entre ocho y doce puntos, es decir que Sarkozy deberá recortar al menos seis puntos para ganar el desempate. Hace cinco años, los sondeos de la noche electoral clavaron el resultado final.
Una estimación del voto agregado arrojaba una suma del 45% a los partidos de izquierda y los ecologistas, la mayor de la historia. Pero Hollande admitió que el voto de la izquierda puede no ser suficiente para ganar. Jean-Luc Mélenchon se quedó en un 11,7%, menor de lo esperado pero que así y todo dobla su punto de partida, y la verde Eva Joly alcanzó el 2,5%. Ambos pidieron el voto para el candidato socialista.
Por su parte, la derecha agregaba un 36% de los votos, pero eso contando todos los apoyos del centrista François Bayrou, que llegó quinto con el 8,8%, y dejando fuera los de Marine Le Pen. Uno y otro anunciaron que darán a conocer su preferencia en los próximos días.
Sarkozy fue el último de los candidatos en comparecer ante las cámaras, pero no tardó ni 30 segundos en colocarse otra vez a la derecha de la derecha, demostrando que piensa que la marcada vena populista y ultranacionalista adoptada durante la primera campaña le será rentable en la segunda.
El presidente afirmó que las urnas habían roto “todos los pronósticos de un viraje a la izquierda”, y explicó que la cuestión central de la elección será “el respeto de las fronteras, la lucha contra las deslocalizaciones, el control de la inmigración, la seguridad, la familia y el trabajo”. Su ministro de trabajo, Xavier Bertrand, aseguró que Sarkozy no negociará con Marine Le Pen.
La triunfadora del día apareció muy crecida tras elevar la cuota del partido más allá de lo que nunca logró su padre, el fundador del FN, Jean-Marie Le Pen, quien en 2002 se coló en la segunda vuelta con el 16,7% de los votos y en 2007 bajó hasta el 10% ante el poderoso avance de Sarkozy. Ahora, su hija, abogada y dos veces divorciada, se ha vengado con creces, robando apoyos al presidente pese a que este ha hecho suyas sus propias ideas.
Mostrándose como una estratega hábil, Le Pen puso el acento en su mensaje antisistema: “Hemos hecho temblar a las élites del país, la batalla de Francia solo ha comenzado, nada será ya como antes”, clamó Le Pen ante sus enfervorizados seguidores. Su aspiración es “hacer explotar el sistema político” y, en un futuro no muy lejano, convertirse en “jefa de la oposición”, según anunció su número dos.
Eso parece significar que prefiere a Hollande como presidente porque fantasea con que una derrota de Sarkozy le abrirá la puerta a liderar en poco tiempo a la derecha francesa. Al fin y al cabo solo está siete u ocho puntos por detrás, el presidente ha anunciado que si pierde la reelección dejará la política, y si la hipótesis cuaja, se abriría la madre de todas las batallas en la agitada derecha gala.
El tranquilo Hollande sale reforzado de su primer envite presidencial. Aunque consigue la victoria más corta de cuantas anunciaban las encuestas, mejora en dos puntos la prestación alcanzada por Ségolène Royal, su expareja y madre de sus cuatro hijos, hace cinco años; se anota el primer triunfo de la ‘gauche’ en un primer turno desde hace 17 años —Lionel Jospin acabaría perdiendo contra Jacques Chirac— y sobre todo consigue el segundo mejor resultado alcanzado nunca por un socialista en una primera tanda, tras el 34% de Mitterrand en 1988.
Después de votar en su feudo de Tulle (centro del país), Hollande compareció con la calma de siempre, fue vitoreado al grito de “François, presidente”, y se esforzó en mantenerse pragmático. Subrayó la masiva participación, y sin el menor triunfalismo hizo saber que los dos mensajes de las urnas son su “victoria”, y “el castigo” a Sarkozy, “la reprobación del presidente saliente”.
El candidato socialista dejó traslucir su estrategia para el 6 de mayo: será el candidato “de la unidad del país”. Además, llamó a los jóvenes a movilizarse por el cambio, y prometió que Europa “volverá a la senda del crecimiento y el empleo” si gana. Sobre el avance del Frente Nacional, lo calificó como “un sobresalto para la República”, y criticó a Sarkozy por “hacer el juego” a Le Pen.
El presidente retó personalmente a Hollande a celebrar tres debates entre los dos turnos para “poder explicar toda la verdad a los franceses”, oferta que el candidato socialista rechazó de forma inmediata. El único cara a cara entre los dos finalistas será el 2 de mayo.
Pese a ser tachado de blando por sus rivales, el diputado de la Corrèze logró movilizar a sus bases después de una campaña iniciada hace más de un año y muy inspirada en la que llevó a Mitterrand al poder en 1981. Sus apelaciones al voto útil funcionaron, y logró rebajar las expectativas de Jean-Luc Mélenchon. El Frente de Izquierda, apoyado por el Partido Comunista Francés, superó el 11% de los votos, duplicando la cifra con la que inició la campaña, y se dio la alegría de quedar tercero en París, por delante de Marine Le Pen.
Desde la plaza de Stalingrado, Mélenchon pidió a los franceses que se movilicen “contra el eje Merkel-Sarkozy”, y se atribuyó el hecho de que la derecha haya sumado en 2012 “menos votos que en 2007”.
La noche fue dura en la Unión por un Movimiento Popular (UMP), que siempre confió en llegar primero a la segunda vuelta. El primer ministro, François Fillon, dijo que el resultado “es injusto para los méritos de Nicolas Sarkozy”.
Este no dedicó un segundo a comentar el avance de la ultraderecha y por supuesto pasó por alto el rechazo expresado por los ciudadanos. La batalla final será apasionante. Según dijo este diario el presidente del Senado, el socialista Jean- Pierre Bell, “nada está resuelto, y los franceses deberán elegir entre dos personalidades y dos proyectos, pero los cimientos de la victoria final se han puesto hoy”.
La final medirá de nuevo la pésima relación de muchos franceses con la hiperactiva personalidad y el estilo agresivo del presidente saliente, y valorará qué candidato está mejor preparado para afrontar la crisis financiera, la parálisis europea y el estado precario de la economía gala. ¿El horror a que vuelva a ganar el presidente ‘bling bling’ que adora a los ricos será más fuerte que el miedo de muchos al mundo exterior y a una posible victoria de la izquierda? Quizá ahí esté una de las claves de esta elección crucial para el futuro de Europa.
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