Miércoles, 25 de Abril de 2012 |
Resulta cansino escuchar día si y día también a estos que se dicen sindicalistas y representantes de los trabajadores. Al menos así se hacen llamar, porque de representar poco, muy poco, o nada.
El papel que juegan estos señores, que dicen representarnos, es el verdadero obstáculo a la hora de crear empleo. Gracias a ellos no existe la libertad en la negociación, convenio o acuerdo, entre las partes contratantes, empleador (empresario) y empleado o trabajador. Como si el empresario no trabajara, …
Se esté o no de acuerdo con el sindicalismo (tal como se entiende en España), todos mantenemos esa estructura con nuestros impuestos y que, a la hora de la verdad, simplemente, es la encargada de tapar las vergüenzas de la clase política de izquierdas. No se puede entender cómo con tales estructuras dedicadas a velar por los intereses de los trabajadores, se haya llegado a los 5 millones de parados.
Curiosamente estos sindicatos han heredado, y no se bajan de la peana, la estructura franquista que tanto denunciaron y denostaron en los finales de la década de los setenta. Miles de “liberados” que viven sin ejercer en sus empresas y que suponen un lastre para la productividad de las mismas. Organización de huelgas en los momentos más delicados y perjudiciales para la economía del país, y el derecho de pernada a la hora se ser imputados por los desastres que causan en las mismas. Siempre salen “de rositas”.
La negociación colectiva es el verdadero lastre en la creación de empleos. Coarta la relación entre las partes, impone condiciones, las más de las veces inasumibles al empleador, y no tiene en cuenta las singularidades geoestratégicas y sociales de la empresa. Este método tuvo su razón de ser en la transición, pero a día de hoy carece del dinamismo y la agilidad que requieren los tiempos.
Mantener los sindicados, como se hace actualmente, es un dispendio que mantenemos todos y que no nos beneficia a ninguno, perdón; si, le beneficia a la estructura sindical que vive sin realizar las funciones propias de un sindicato y que hace política en vez de sindicalismo. En una democracia, donde la libertad y la iniciativa privada deben de ser amparada y protegida, lo lógico sería tener unos sindicados mantenidos por los propios afiliados, sin costo para el Estado.
Ya como anécdota, los señores que representan a estos sindicatos, UGT y CCOO, son impresentables. A mi me recuerdan a Manolito el de Mafalda. Toda su expresión parece cerril, burda y caciquil. Pero eso, como decía, son anécdotas. Bien es verdad que el aspecto dice mucho de la persona.
Esperemos que el PP sea capaz de cambiar esta situación y promover unos sindicatos que verdaderamente hagan sus funciones y representen a los trabajadores en sus propias empresas, nada le hace tanto bien a la misma, cuando éstos no son sindicatos de “clase” y subvencionados.
Algún día llegaremos a verlo.
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