Antonio Valdivia Viernes, 27 de Abril de 2012
Para los que han sufrido una de esas enfermedades llamadas “raras” no les resultará extraño eso de ir visitando a multitud de médicos y especialistas hasta que uno, por casualidad o experiencia, da con el diagnóstico correcto.
El peregrinar por tan arduo camino no es fácil de comprender y menos aún de soportar. Pues más o menos, y en resumidas palabras, es lo que esta mal llamada sociedad del bienestar, es decir: Occidente, está ahora mismo padeciendo.
Los médicos, especialistas y gurús actuales nos dan cada uno un diagnóstico distinto, y andamos de un lado a otro, pero sin mejorar nuestro padecimiento. Igual resulta que no existe la tal enfermedad y que simplemente es una cuestión del propio envejecimiento natural.
Los grandes cambios de estilo de vida y de “progreso”, han estado precedidos de verdaderas catarsis sangrientas y dolorosas, como los partos. Las muertes han sembrado de cadáveres los campos y los pueblos, para renacer nuevamente a una nueva sociedad. No hay cambio sin dolor, parece ser.
Al igual que nos ocurre actualmente con la prolongación de la vida por los avances técnicos y médicos, la sociedad actual muere en una larga y artificial agonía. Así que vamos de una “medicina” a otra sin solución de continuidad. En definitiva, poniendo parches a las averías propias de un organismo agotado.
Nuestra sociedad, Occidente, ha vivido en la vanguardia mundial, abriendo brecha, explorando, descubriendo y aplicando cuanto ha encontrado por hacer de la vida cotidiana un lugar más agradable y cómodo. Bien es verdad, que como consecuencia de ello y del mercantilismo, (quien da primero da dos veces), se ha beneficiado, egoístamente, de cuanto el mundo le ha ofrecido, dejando pueblos, países y continentes, en la más absoluta de las pobrezas. El mal llamado desarrollo se lo ha apropiado en beneficio de parte. De aquí lo del tercer mundo, es decir, la parte a la que hemos esquilmado y dejado a su suerte.
Pero no es éste el núcleo de mis palabras, eso es, de alguna forma, secundario ahora. La cuestión de fondo es que Occidente, la sociedad del “primer mundo”, ha llegado a envejecer del tal manera que las bases sobre las que se estableció, no soportan más.
Ahora nos damos cuenta de que hemos gastado mucho más de lo que somos capaces de pagar, que alegremente, hemos dado alas la fantasía del todo se puede, nos hemos creído que se podría vivir alegremente de manera eterna y como consecuencia, las generaciones actuales, han asumido como natural el ritmo endiablado de consumo y del todo vale, que han mamado en su juventud.
Hemos llegado a saturar la sociedad, hemos colmado de servicios todo el primer mundo, y hemos caído en un ciclo de auto consumo ficticio para mantener unas estructuras retroalimentadas. Es decir, toda una farsa.
Estamos en las puertas de un enorme cambio, de un cambio de tipo de sociedad, que si no se basa en la experiencia vivida, está condenada a sufrir otra gran catarsis. Desde mi humildísimo punto de vista, el cambio ha de estar basado en la generosidad y en la justicia, más que en la idea del mercantilismo y la economía productiva del consumo por el consumo.
Hoy las grandes ciudades son verdaderas trampas, nidos de inhumanidad, sectarismo y despersonalización, dejando al hombre como mero consumidor, un simple número de una gran estadística. Este sistema está muriendo y no queremos darnos cuenta. Hemos de simplificar nuestras vidas para hacerlas más humanas, más próximas a nuestros vecinos, más cercanas a las necesidades de los demás. Esa debería de ser la gran revolución actual. Cualquier otra alternativa es un nuevo parche para hacernos más larga la agonía.
Un saludo amigos.
Para eso, culturalmente hablando, deberíamos pensar que es más necesario para la sociedad dar un paquete de arroz al pobre que rebusca en el contenedor del Mercadona que pagar seis cubalibres a diez euros. Pero claro. Eso nos haria ser justos, equitativos y andar en la dirección correcta. Es mejor olvidar en manos del alcohol...
ResponderEliminarUn saludazo.
Hoy por hoy,la educación social,y la dignidad de las personas,parece ser algo que carece de valor,para los miembros de nuestra sociedad. Mientras no seamos entre todos,capaces de modificar esto,mal futuro nos espera.
EliminarUn abrazo