domingo, 20 de mayo de 2012

Por un mundo privado


 Carlos Cuesta 

Domingo, 20 de mayo del 2012 

¿Por qué tenemos que comulgar todos con el supuesto dogma de que hay que salvar lo público? ¿Soy yo el único que a estas alturas de la película ve con absoluta claridad que no han fallado las empresas, sino los políticos que les quitaban los recursos por medio de impuestos y absorbiendo la financiación bancaria para colocar su deuda pública? ¿Soy el único que ve cajas y más cajas de ahorros caer en la nacionalización mientras los bancos privados aguantan la misma crisis? ¿Soy la única persona que mira atónita como se defiende un modelo de pensiones público incapaz de soportar el avance del envejecimiento de la sociedad?
© Fotodiagramas by Flickr.com
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Estos días se han hecho públicos unos datos muy reveladores. Datos sobre la educación que delatan que el ataque orquestado de los camisetas verdes a la educación privada no puede ser más que una iniciativa dirigida por aquellos que pretenden seguir controlando las escuelas sin permitir ni un atisbo de libertad. Porque esas escuelas concertadas privadas tan malvadas, según los que aseguran defender la educación, han ahorrado en un único  año al sistema de educación 2.350 millones de euros. ¿Cómo? Pues porque quienes desde su libertad han podido –no todos los que querían, por desgracia- entrar en estas escuelas, han pagado de sus bolsillos el mantenimiento de los edificios, las clases extra, los servicios de deporte, etc. Es decir, que gracias a esa libertad, 2.350 millones de euros han permitido que otros niños con menos recursos puedan tener asegurada su educación. ¿Es esto lo que les molesta a los enemigos de la libertad? Porque habría que recordarles que en Madrid y Cataluña, centro de sus protestas, el ahorro llega a su techo con 225,5 y 360,5 millones anuales respectivamente. ¿Irán ellos a explicar a las familias de los  inmigrantes que por su sectarismo socialista están poniendo en peligro una vía de financiación que permite a los más necesitados acceder a servicios inimaginables en sus países de origen? ¿O explicarán los señores Griñán y Valderas –responsables políticos de Andalucía– que, pese a su monserga izquierdista, gracias a los colegios concertados han conseguido 173 millones de euros con los que apuntalar el sostenimiento educativo (en medio de una deuda pública regional de 15.000 millones)?
La gente no se comporta contra su naturaleza. Es lógico querer una buena sanidad. Pero no es natural poner el acento en que sea pública. Es obvio defender un buen sistema educativo, pero no empeñarse en que, aunque no deje de perder calidad, sea público. Es normal querer tener mejores carreteras, pero ¿cuál es la razón para empeñarse en que el asfalto que se pisa sea público?
Defendamos la creación de empleo y la riqueza. No el secuestro de la economía por unos mensajes que han sido infiltrados artificialmente por una izquierda que basa su fuerza en los sindicatos, el monopolio público, el control político y el odio al mercado libre, únicos beneficiados de mantener los servicios bajo absoluto control de la Administración.

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